El grafeno promete revolucionar la electrónica, la industria aeroespacial, la energía y la medicina. Pese a esto, o precisamente por ello, miles de mensajes virales acusan a este versátil nanomaterial de ser un componente peligroso de las vacunas contra el coronavirus y un instrumento para «controlar» a las personas.

Descubierto en 2004 por Andre Geim y Kostantin Novoselov, quienes ganaron por ello el Nobel de Física en 2010, el grafeno es el material más delgado y más resistente del mundo, «y uno de los más promisorios para irrumpir en las tecnologías del futuro», dice el investigador argentino Marcelo Mariscal, doctor en Química y especializado en nanotecnología.

El grafeno tiene una elevada conductividad térmica y eléctrica y se espera que sus aplicaciones vayan desde sensores de alta sensibilidad hasta dispositivos electrónicos flexibles. Su uso es ideal en almacenamiento de energía, fabricación de vehículos, así como para la construcción de edificios e incluso en el sector cosmético.

Pero en redes sociales, las expectativas son otras. El grafeno comenzó a ser blanco de sospechas en abril de 2021, cuando Canadá ordenó retirar del mercado mascarillas que lo contenían por posibles riesgos a la salud, que luego fueron descartados.

Un mes después, cuando avanzaba la vacunación contra el covid-19, decenas de usuarios denunciaron en redes que las vacunas los habían «magnetizado», colocándose, a modo de prueba, imanes, cubiertos y hasta teléfonos celulares en el lugar de la inyección.

Los vídeos cruzaron fronteras e idiomas para «demostrar» que las vacunas contienen ingredientes «secretos» y nocivos, entre estos el grafeno, a pesar de que múltiples evidencias científicas lo niegan.

El español Ricardo Delgado Marín, fundador del portal La Quinta Columna, que difunde información falsa sobre covid-19 ya verificada por la AFP, popularizó la teoría de que las vacunas contienen este nanomaterial, atribuyéndole la capacidad de «controlar la voluntad», así como propiedades magnéticas que no tiene.

En sus vídeos, compartidos por decenas de miles de usuarios, Delgado también acusó al grafeno de ser «el propio SARS-CoV-2», y vaticinó «un tsunami cerebral» para el mes de julio «por el encendido global» de tecnología 5G.

Integrantes de la agrupación «Médicos por la Verdad» en Argentina replicaron rápidamente las teorías de Delgado, quien sumó a la conspiración el óxido de grafeno -un derivado de éste- y pronto circularon versiones en portugués, inglés, francés, polaco, checo, croata, coreano, tailandés y más.

En julio, el alemán Andreas Kalcker, quien se presenta como «investigador biofísico» y ha tenido problemas con la justicia de España y Argentina por promover el dióxido de cloro -una sustancia sin propiedades curativas y potencialmente tóxica-, aseguró que el óxido de grafeno supuestamente inoculado con las vacunas «altera el campo electromagnético» de las personas, ocasionando la muerte.

Ninguna de las vacunas contra el covid-19 aprobadas por la OMS cuya composición es pública tiene entre sus ingredientes grafeno u óxido de grafeno.

Promesas que disparan rumores

El grafeno, conformado por una sola capa de átomos de carbono, no es soluble. Como explica a la AFP el español Diego Peña, del Centro Singular de Investigación en Química Biológica y Materiales Moleculares, «un dispositivo de grafeno no se podría inyectar en disolución».

El óxido de grafeno, por su parte, apenas se está probando con fines biomédicos, incluso para vacunas en la forma de adyuvantes. Sin embargo, «se trata de estudios modelo en fases de ciencia básica, los cuales se encuentran aún alejados de una aplicación», explica Mariscal.

Ni éste ni el grafeno tienen propiedades magnéticas naturales, aseguraron a la AFP Mariscal, Peña y María Celeste Dalfovo, doctora en Química e investigadora argentina. «Sólo es magnético en condiciones muy específicas de laboratorio […] En condiciones ambientales pierde las propiedades magnéticas», aclara Peña.

«Es imposible que el grafeno pueda imantar nada», enfatiza Mariscal, descartando los supuestos fenómenos que se ven en los videos virales. «Creo que toda la prensa y expectativas de mercado de un material que promete revolucionar la industria -como lo hicieron en su momento el acero o los materiales poliméricos – lo convierten en blanco de ataque», observa.

Con él coincide Ester Vázquez Fernández-Pacheco, directora del Instituto Regional de Investigación Científica Aplicada (IRICA) de Castilla-La Mancha, en España: «Las investigaciones que suscitan muchas esperanzas tienen un problema: la gente quiere ver muy rápido los resultados».

Sin embargo, «cualquier desarrollo tecnológico lleva detrás muchos años (…) y esta idea, por desgracia, no se difunde eficientemente», puntualiza.

«Quizá es ahí donde la ‘rumorología’ tiene su caldo de cultivo: el material es conocido, todo el mundo sabe que es real, pero no todo el mundo tiene capacidad para comprender cómo se trabaja con él», por lo que «es muy fácil hacer creer cosas que no tienen, desde el punto de vista científico, ningún fundamento», afirma.

Via AFP