La cuenta oficial de Twitter de Graphene Flagship tiene poco más de 4.800 seguidores. Muy lejos de los 109 millones de Katy Perry o los 106 de Justin Bieber. Y, sin embargo, a no ser que uno haya conocido al amor de su vida gracias a las notas de Sorry, o descubierto una vocación por el baile desconocida hasta el momento en que vio moverse al Backpack Kid (1.8 millones de seguidores en Instagram, por cierto), las acciones del consorcio europeo dedicado a la investigación del grafeno tendrán mucha más influencia en su futuro que ambas estrellas del pop. Cosas de las redes sociales y la realidad, que aun pareciendo espejos, a veces toman caminos divergentes.
Con un presupuesto de mil millones de euros y 150 equipos de investigación de 23 países implicados, el Graphene Flagship es el mayor proyecto científico de la Unión Europea. Su objetivo es abordar desde un enfoque multidiciplinar y eminentemente práctico los usos del grafeno, “un nuevo material revolucionario, descubierto hace solo diez años, formado por una sola capa de átomos de carbono” explica Frank Koppens, director del grupo de nano optoelectrónica del IFCO (instituto de investigación dedicado a la fotónica donde existe un departamento volcado en el estudio del grafeno).
Este material milagroso, aislado en laboratorio por primera vez en el año 2003 por los investigadores rusos Konstantín Novosiólov y Andréy Gueim -trabajo por el que recibieron el premio Nobel de Física en 2010-, ha ocupado titulares de prensa y minutos de televisión. Sus propiedades -es fino, ligero, fuerte, duro, conductor, transparente y plegable- lo convierten en un aliado perfecto para miles de aplicaciones, excepto por una solo pega: todavía no es suficientemente rentable. Y en eso andan, precisamente, los científicos agrupados en la Graphene Flagship: en conseguir que el grafeno dé el salto definitivo y salga de los centros de investigación para llegar a nuestras vidas. Pero, aunque sea en forma de prototipos, el grafeno ha demostrado una versatilidad inigualable por cualquier otro material. Enumerar todas sus posibles aplicaciones teniendo en cuenta sus cualidades sería demasiado prolijo, pero basta citar algunas para hacerse una idea de su importancia: monitores de constantes vitales, tejidos inteligentes, circuitos electrónicos, transistores ultrarápidos, pantallas táctiles y flexibles, diferentes tipos de sensores, cámaras de visión nocturna, secuenciadores de ADN portátiles… Gracias al grafeno Internet será más rápida y segura, la energía será más eficiente y limpia, la medicina será más eficaz y los transportes más económicos y seguros. Koppens, que está viviendo en primera persona esta revolución, concluye “en cualquier caso, dentro de diez años el mundo será distinto” y en parte lo será, qué duda cabe, si conseguimos domesticar a este milagroso material.
Via: El Pais