En el mundo del emprendimiento es común escuchar que hay muy buenas ideas que se pierden por no saber cómo comunicarlas y venderlas. Esto puede ser más difícil aún si hablamos de proyectos que nacen de investigaciones muy técnicas y especializadas. ¿Cómo venderle a un cliente algo que para sustentarse tiene un sinfín de fórmulas y de anglicismos que muchos no conocemos?

Para Jorge Patiño, fundador de Green One, ese fue un obstáculo que tuvo que derrotar con mucha paciencia para que su empresa hoy sea valorada en 1.000 millones de pesos.

Este ingeniero de materiales de la Universidad de Antioquia, graduado en 2007, trabajó durante cuatro años en la industria hasta que por allá en 2012 decidió independizarse y sacar adelante varias proyectos que le habían estado rondando en la cabeza.

Gracias a consultorías especializadas pudo sacar tiempo para inventar una pasta térmica -que aún se vende por internet- y le dio el apoyo económico que necesitaba para dedicarse a desarrollar las tecnologías que le permitieron crear Green One: grafeno en 2013 y resina en 2017.

La premisa de su empresa, ahora que ha aprendido a comunicarla, es sencilla: una pintura que disminuye la huella de carbono pues no está hecha con químicos fuertes o con derivados de petróleo.

Y si no está hecha de estos ingredientes, ¿entonces de qué? Principalmente de ese grafeno y esa resina natural que Jorge desarrolló gracias a la nanotecnología.

¡Y todavía hay más! Sus componentes permiten que al aplicar la pintura esta capture el dióxido de carbono y ayude un poco a descontaminar el aire.

EL PROCESO

En el momento de analizar la posible competencia, casi entre cervezas y sin quererlo, Jorge y sus dos socios se dieron cuenta que en España había un proyecto muy fuerte relacionado a esta sobrecaptura de dióxido de carbono, lo cual les llamó la atención.

Sin embargo encontraron que estos utilizaban químicos muy fuertes que seguían aumentando la huella de carbono y ahí se dieron cuenta de ese punto diferenciador con el resto del mercado.

Por eso, en estos momentos, lo más importante para Green One es escalar la producción de su producto estrella: el grafeno, pues el uso que le dan, según ellos, es único en el mercado.

El proyecto, que se encuentra en nivel TRL7 -un producto al que solo le faltan unos detalles para estar 100% listo para comercialización-, ha ido vendiendo prototipos hasta el momento y produciendo cerca de cuatro galones y medio al mes, ya que para vender en grandes cantidades, “se necesita una capacidad que aún no disponemos”, cuenta Jorge.

¿Y el modelo de negocio?

Aunque hoy Green One esté en un proceso de evolución exitoso, el camino no fue tan sencillo.

Al igual que muchos otros emprendedores que traen sus proyectos de un ámbito académico, hay un punto de quiebre cuando quieren dar el salto y crear su empresa, pues es un terreno ajeno a sus estudios universitarios.

“Ya teníamos la idea de la pintura, ¿pero cómo la desarrollamos? El background para el producto estaba listo, pero teníamos que arrancar con el modelo de negocio. Y de eso no teníamos idea”, cuenta Jorge, quien no esconde los miedos que tuvo al principio cuando no sentía que tuviese las habilidades necesarias para atraer a un cliente.

El aprendizaje del modelo de negocio ha pasado por varios centros de apoyo a emprendedores. Desde la Unidad de Emprendimiento de la Universidad de Antioquia, pasando por el Parque del Emprendimiento, por Tecnoparque hasta llegar a Líderes en Innovación (LIF por sus siglas en inglés), en donde pudieron no solo viajar a Londres y a Río de Janeiro con otros emprendedores de la región sino que les permitió potenciar sus habilidades de comercialización de sus resultados de investigación y generar varias alianzas internacionales.

Allí aprendieron, en palabras de Jorge, “a saber hacer una venta”.

Una táctica que interiorizaron los tres socios fue la de hacer preguntas abiertas a los clientes para tener una conversación que les facilitara contar las bondades de su producto. También aprendieron cómo decir las cosas dependiendo de la persona. “Por ejemplo, si hablamos con un inversionista hay que hablarle de cifras, no de la huella de carbono. Les hablo del valor de las acciones de su empresa y ahí se les abren los ojos”.

Otro paso fue creer más en los coworkings, pues “ahí nos ayudamos entre todos e intercambiamos cosas. Aunque ahí el aprendizaje más importante fue personal, pues me permitió dejar de ser tan introvertido. Ahora soy más abierto y creo que por eso hemos crecido tanto”. Tanto así que hoy Green One tiene su oficina principal en GemSostenible, un coworking donde coincide con otros emprendimientos que también están desarrollando proyectos alrededor de tecnologías sostenibles, como lo son Solenium, Ecoingenios y Moksa.

¿Difícil el camino? Jorge dice que sí, pero que se puede hacer si hay buenas asesorías, buenas ideas y un buen equipo. ¿El camino es más complicado para los investigadores? Jorge no lo cree así, aunque reconoce que aún hay mucho camino por recorrer para los universitarios, pues “de los 20 o 30 que se graduaron conmigo por ahí cinco tenemos emprendimientos. El factor en común de estos poquitos que salen es que nacen de investigaciones que uno va adelantando durante la carrera. Hoy en día está creciendo esa cifra, no sé a término cierto, pero yo creo que sí está creciendo”.

Tomado de: https://www.rutanmedellin.org//es/tendencias/item/green-one-emprendimiento-antioque%C3%B1o#.W-2smYnakfI.twitter

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