Grafeno a la medida del cerebro
Cuando en 2010 los físicos Andre Geim y Kostantin Novoselov recibieron el premio Nobel por “sus innovadores experimentos con el material bidimensional grafeno”, hubo quien bautizó aquella sustacia compuesta por carbono puro agrupado en moléculas hexagonales como “el material de dios”.
Aunque su existencia se conocía desde muchos años atrás, la posibilidad de aislarlo que descubrieron los físicos rusos en la universidad de Manchester abría todo un campo de posibilidades que hizo que se disparara el entusiasmo. Las propiedades del grafeno (mejor conductor que el silicio, más resistente que el acero y más ligero que el aluminio, flexible…) lo convierten en el material del siglo XXI y en pieza indispensable para muchas aplicaciones prácticas que van desde la telefonía móvil a la biomedicina.
Sus posibilidades son tantas que la Unión Europea ha invertido mil millones de euros a través del proyecto Graphene Flagship en lo que representa una nueva forma de investigación conjunta y coordinada a una escala sin precedentes, formando la mayor iniciativa de investigación de Europa (el consorcio central está formado por más de 150 grupos de investigación académica e industrial en 23 países).
El calificativo de “material de dios” quizá pueda resultar exagerado (cosas de los titulares y la necesidad de destacar la ciencia entre el resto de oferta informativa), pero lo cierto es que en las manos adecuadas el grafeno puede hacer casi milagros… Unas de esas manos -y cerebros, claro- son las del español José Garrido, jefe del Grupo ICN2 (Institut Català de Nanociencia y Nanotecnología) de Dispositivos y Materiales Eléctricos Avanzados, quien en la actualidad investiga la posibilidad de realizar implantes cerebrales con grafeno. Garrido es el máximo responsable del proyecto BrainCom: “una iniciativa europea cuyo objetivo es desarrollar sensores que sean capaces de detectar actividad eléctrica de un área amplia del cerebro” para “ofrecer a pacientes que tienen una problemática muy acentuada en el lenguaje un canal de comunicación mucho más avanzado del que existe actualmente”.
Estos dispositivos están fabricados en grafeno y lo que hacen es captar en la superficie del cerebro las señales que emiten los centros del habla y transmitirlas a un dispositivo externo que las descodifica y reproduce en forma de voz. Esto permitiría comunicarse a personas que han perdido el habla debido a enfermedades neuronales como, por ejemplo, la Esclerosis Lateral Amiotrófica.
La flexibilidad, estabilidad y ligereza del grafeno lo hacen el material perfecto para utilizar en interfaces cerebro-máquina. En la actualidad las investigaciones de BrainCom están en fase de pruebas con animales, pero como reconoce Garrido, una de las grandes complicaciones que se encuentran es que no existe en el reino animal un lenguaje tan complejo como el nuestro, por lo que los experimentos realizados no pueden reproducir lo que será necesario trasladar a los humanos. Aun así, Garrido cree que si los avances en las investigaciones con animales continúan, el grafeno “tendrá un gran impacto de aquí a cinco años”, lo que significa que el material de dios será definitivamente una realidad en la tierra.
Edición: Azahara Mígel, Manuel Díaz
Texto: José L. Álvarez Cedena
El Pais